¿El internet de las cosas? Me sonaba a magia potagia, a una conexión entre un producto y una red social, donde los objetos inanimados tomaban vida pero poco más. Creo recordar que la primera vez que escuché esta idea fue de boca de una amiga que andaba metida en estos jardines, ahora aquel jardín convertido en una startup llamada Twinsprite. Un mundo muy exótico para mí en ese momento (y aún hoy). Pero en mi empeño por entender este concepto para mi resbaladizo, he ido leyendo, pensando y conectando ideas hasta que creo, y solo creo, haber llegado a alguna conclusión. Hoy adopto el papel de vidente, a ver que os parece.
En realidad, la concatenación no debería terminar ahí, sino que debería proseguir para que ese conocimiento fuera empleado de la mejor manera que se puede: ayudar a un mundo mejor en su más amplio sentido. Y con este "ayudar a un mundo mejor" no estoy hablando en abstracto y de buenas intenciones, hablo de solucionar problemas reales y necesidades. Y hablando de empresas como hablo, ganar dinero como resultado de ello. Insisto, como resultado, no como fin en sí mismo.
En este marco, podemos pensar en todo el campo de las "smart cities" o ciudades inteligentes que es sin duda alguna un campo que tiene un recorrido, creo que, tan inimaginable como magnífico; los "wearables" que ahora están tan de moda y que en este caso, no sé muy bien hacia donde nos llevarán porque posibilidades se imaginan muchas, ya veremos; las casas inteligentes en el campo de la domótica, etc. Pero el internet de las cosas como lo entiendo es más que la captura de datos en objetos inanimados. Su aplicación al mundo empresarial ha sido, es y será, absolutamente disruptiva. Quedarse en esto sería tomar solamente una pequeña parte de las posibilidades que se vislumbran.
Y esto, insisto, porque este internet de las cosas debe ser entendido como "tecnología que conecta", el paso imprescindible para que lo real y lo digital se fundan hasta, quizá, no ser distinguibles.
La "tecnología que conecta" ha permitido la desintermediación de un sinfín de negocio pero también la vuelta a la intermediación permitiendo que actividades que se podían haberse quedado fuera del mundo digital, vuelvan a tener presencia en el mercado. Así, el comercio electrónico se salta escalones de la distribución y también ha permitido a pequeños productores que estaban aislados , integrarse, incorporarse a un mercado hace décadas imposible de alcanzar. Una tecnología que ha aligerado tanto los costes y incorporado tantas posibilidades que ha cambiado el marco competitivo.
Estamos hablando de impacto. Esa es la palabra que define, como yo lo veo, "internet de las cosas". Si no será un simple juego, divertido y simpático, pero un juego.
El "internet de las cosas" está destinado, como ya lo está haciendo, a cambiar la forma de hacer negocios. Empresas que en estos momentos venden productos verán abrirse ante ellas un abanico de posibilidades difícil de imaginar, verán la forma de reinventarse, de cambiar de manera radical y disruptiva la forma de competir, posiblemente generando nuevos sectores hoy desconocidos.
Será una reinvención de los modelos de negocio, en un salto que se me antoja obligado: un cambio desde la venta de simples (o complejos) productos a la prestación de servicios. El producto será una especie de excusa para vender un servicio, más completo y con más valor para un cliente. Un futuro fascinante en el que todos podemos participar porque ahora es el momento. No estamos, por tanto, hablando ya de un cambio incremental, de una mejora, estamos hablando de una disrupción. Esto es innovación también, algo sobre lo que he escrito en múltiples ocasiones en el blog. Una innovación que por definición ha de ser útil, tener impacto y que también debe necesariamente ir ligada a la visión del negocio.
Posibilidades infinitas:
# ¿Por qué no un dispositivo que mida la presión arterial y las pulsaciones y que debidamente conectado a internet, emita, en función de determinados umbrales, una señal de alarma, al propio paciente, a familiares o incluso a servicios médicos sobre el riesgo de un potencial infarto?
# ¿Por qué no unas zapatillas para correr que incorporen todo lo necesario para saber cuánto corro, cómo corro y cómo podría hacerlo mejor y todo ello gestionado desde mi teléfono que incluso conectado con la nevera y el supermercado, de acuerdo con un dietista y entrenador, me recomiende la compra "más inteligente" y adecuada para mejorar los tiempos de carrera?
# ¿Por qué no un precioso colgante o pulsera que alerte a los familiares de personas que requieren atención específica cuándo detecte movimientos fuera de un ámbito concreto (barrio, zona, ciudad...) y permita contactar con ellos para verificar que todo está bien, o dispositivos que detecten aceleraciones anómalas en sus movimientos que puedan indicar caídas?
# ... pon aquí la que se te ocurra... (mejor en los comentarios :)
Sin duda, habréis advertido en alguno de los ejemplos anteriores posibles cuestiones éticas, legales o de otro tipo. Ciertamente, pero la exploración que nos lleva a descubrir nuevas rutas, exige de comenzar a recorrerlas para ver que nos ofrecen y a veces, también nos lleva a callejones sin salida. Pero sin recorrer esa rutas, nunca veremos nada nuevo.
Son ejemplos como los anteriores los que me han hecho recapacitar. Tal vez ridículo por obvio, pero para mí, toda una revelación.
Hablaba antes del producto como excusa para vender un servicio. Una tendencia que observamos desde hace tiempo y que se ha acelerado, y donde el "internet de las cosas" adopta una nueva dimensión. Sirva de ejemplo de esto, como ha ido evolucionando el libro, desde le formato físico, al digital en todo caso comprado por unidades, a las nuevas maneras de consumo en las que ya no compras un libro sino un servicio de suscripción. Algo similar a lo que ha ido aconteciendo en la última década con la telefonía, que de pagar minutos, pasó a cobrar unidades de llamada o mensajes hasta llegar a las tarifas planas y lo que vendrá. Un proceso de conversión de un servicio en todavía más servicio, casi podría decirse; un nuevo reto de diseñar la manera de avanzar desde el servicio a otro estadio superior de valor entregado. Una evolución donde el foco se pone en responder a necesidades de los clientes o en los denominados "jobs to be done" por Clayton Christensen aportando cada vez más valor.
Evidentemente, esta situación nos sitúa a todos en una posición muy complicada, pero apasionante a la vez. Ya no es suficiente con saber del negocio, hay que conocer la tecnología que hay detrás para saber cómo sacarle el valor (porque de esto hablamos, de valor). Para los profesionales ya no será suficiente ser titulado en algo o en todo, sino estar en permanente aprendizaje y en adquirir conocimientos transversales. Hemos pasado de ser contenedores de conocimiento a ser conectores de ideas.
El futuro del diseño de los servicios del mañana en las empresas pasará por disponer de perfiles diversos que enriquezcan la manera de ver los problemas y las soluciones. Diversidad. El problema será encontrar el talento adecuado para afrontar estos retos (la época del talentismo, término acuñado por Juan Carlos Cubeiro). Porque talento existe a raudales pero hay que encontrarlo. Ya no sirven los modelos de búsqueda tradicionales. Un panorama increíblemente motivador para el que debemos estar preparados.
Probablemente, pocas empresas puedan dar este salto solas. Rupturas de modelos de negocio tradicionales donde son muchas las capacidades necesarias. No pasa nada. Bienvenidos a la era de la colaboración. Los que llamábamos proveedores se convertirán en socios y de nuevo volveremos a tomar conciencia de que la competencia no se da entre empresas sino entre redes, cada vez más y mejor conectadas, donde clientes, proveedores y empresas funcionarán como un todo.
Este es para mí el verdadero sentido del "internet de las cosas" donde la tecnología se pone a disposición del negocio para rediseñar procesos, y en definitiva, nuevos servicios y modelos de negocio con mayor valor para el cliente, usuario o beneficiario. Y todo a partir de dar vida a las cosas a través de internet.
Fascinante momento en el que estamos, ¿no crees?
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