¡Quién lo diría! Hay que estar muy espabilado para estar en la cresta de ola y seguir remando. Sí, es así. Es bastante más sencillo, llegado ese momento, disfrutar, regocijarte como un gocho en un barrizal y dejarte llevar. Sí, el descenso es muy divertido, te lo pasas en grande pero al final, miras hacia atrás y lo único que ves es donde comenzaste y dónde has llegado. Ahora estarás más adelante, sí, y muy abajo. Y si quieres coger otra ola te tocará remar y mucho. Esta historia, solo trata de representar lo que más de una empresa ha sufrido.
Decía hace algunas entradas que la ventaja competitiva sostenible es transitoria. No es que Michael Porter nos haya estado engañando, es que los tiempos han cambiado y con ellos los discurso y ese, en particular, está obsoleto. Tiempos líquidos, volatilidad, cambio. Ya no sobrevive el que mejor se adapta, sino el que se adapta y además lo hace rápidamente.
Por eso empresas como las anteriores, han sufrido esa muerte por éxito. Un doloroso sufrimiento derivado de creerse indestructibles y que los éxitos del pasado, lo que les había llevado a la cumbre, seguiría siendo útil para mantenerse perpetuamente. Pero el mundo de la empresa, al menos como hoy lo conocemos, ya no es así. El que se duerme, no despertará o si lo hace lo hará en un lugar desconocido, con unas reglas diferentes y donde la manera de hacer negocios habrá cambiado.
Ante este panorama, a las empresas solo les queda una opción: beber mucho café. Que traducido, viene a decir, innovar. Sin innovación no hay presente. Las empresas deben estar alerta, no conformarse y mirar al mañana como si no hubiera ya hoy. Porque el futuro se construye con pedazos del pasado y del presente pero proyectándolos en el tiempo. El pasado nos puede hacer esclavos pero también aportarnos los mimbres del futuro. Las empresas deben innovar por supervivencia imperativa, deben buscar nuevos motores de crecimiento. Y deben hacerlo constantemente. O al menos no dejarlo para cuando hay poco que hacer. Porque innovar requiere de tiempo y recursos y si la vaca ya no da leche alguna, quizá sea tarde para hacer yogures. Es un mal endémico, acordarse de Santa Bárbara cuando truena.
Innovación. Es la clave. Pero la innovación requiere predisposición, humildad y una visión a largo plazo, absolutamente incompatible con las urgencias y el cortoplacismo. Predisposición porque solo desde la más auténtica convicción de que innovar es el camino, solo con un compromiso firme es posible pensar en invertir en una actividad que por definición, nos llevará a lugares a recorrer caminos desconocidos e inciertos. Humildad para reconocer que el éxito de hoy no es garantía de un mañana mejor, ni siquiera igual. Visión a largo plazo, porque la innovación requiere de maduración y sus retornos no siempre se ven de manera inmediata.
Haciendo como siempre, obtendremos los mismos resultados. Parece sensato pensar, entonces ¿para qué cambiar cuando me va bien?. Cierto sería en un entorno estable. Pero amigos, el entorno es de todo menos estable. Nunca lo ha sido en realidad, pero ahora mucho menos. Aparecen nuevos competidores, incluso provenientes de sectores que aparentemente no tenían relación; aparecen nuevas tecnologías; los clientes evolucionan, como lo hacen sus inquietudes y preocupaciones... si algo define el entorno, es su dinamismo.
Así que hablo de innovación y también de agilidad: adaptación y rapidez. Estructuras más planas, delegación de decisión, redes de conocimiento, modelos de negocio. Solo las empresas que entiendan que el paradigma ha cambiado, sobrevivirán.
Mercados maduros, aparición de nuevas tecnologías, nuevas tendencias, detección de segmentos desatendidos y sobre todo, cuando se advierte que el precio se ha convertido en el driver más relevante para competir (indiferenciación) son los momentos o indicios que deben llevarnos a pensar que es necesario innovar, en particular en nuestro modelo de negocio.
Pero recordad que la innovación no entiende de urgencias, no es la sutura para una herida abierta. Eso es tarea de las reestructuraciones, las mejoras operativas, la optimización. Que nadie pretenda ver en la innovación una tabla de salvación cuando el barco está hundido. La innovación es un tratamiento preventivo o a lo sumo que se debe aplicar en cuanto se detectan los primero síntomas de enfermedad. Después, quizá sea tarde para el paciente.
Cuidaros mucho de la única manera que es posible, empresarialmente hablando: innovando.
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