"Todo fluye, nada permanece", ya lo decía el filósofo. Y el verano no iba a ser diferente. Ha sido un verano intenso y muy, muy divertido.
No quiero retomar el blog sin antes rendir un sincero homenaje a las víctimas del accidente ferroviario de Santiago que ha dejado sin vida a 79 personas y más de un centenar de heridos. El accidente me sorprendió muy cerca de Santiago. Un tren que familiares y amigos fácilmente podrían haber cogido ese día. Afortunadamente no fue así. Pero se queda en el cuerpo una sensación muy rara.
Porque una vez más, la noticia caducó a las pocas horas. Quizá 72 horas, quizá 96 horas. Después de una lamentable cobertura informativa en las primeras horas de las que únicamente se salvó de la quema Intereconomía (¡como está el país!) de entre las cadenas nacionales. Mientras la BBC conectaba en directo y actualizaba permanentemente. Porque la película de la semana o algún programa del colorín eran más relevantes.
A los dos o tres días siguientes y pasada la situación de emergencia, comenzó el circo televisivo. Linchamientos públicos al maquinista (sin querer quitarle la responsabilidad que tuvo), declaraciones fuera de lugar de altos cargos de Renfe y Adif a modo de excusa precipitada (y que siguen con la misma tónica a día de hoy), opinadores por doquier sin la cualificación necesaria que se atrevían a opinar y sentar cátedra sin pudor alguno, sin más preparación que alguna conversación con especialistas, en el mejor de los casos... esa España que asusta y a la que parece nos hemos acostumbrado con demasiada facilidad. La cara oscura de este país.
En todo caso me quedo con la parte positiva. Una reacción nuevamente extraordinaria de la ciudadanía que en los primeros instantes actuó desinteresadamente y en este caso, he de decir, también de todos (lo digo con cierto miedo a equivocarme) los políticos (al menos durante un buen tiempo). Por una vez, estos han estado a la altura, que falta les hacía.
Una vez más las redes sociales, en particular Twitter, con mejor o peor exactitud de la información, convertidas en la mejor y más rápida fuente de información ante la inacción de los medios tradicionales. Hablando de Twitter, escasa capacidad de reacción de las cuentas de @Renfe y @Adif, que para dar información de inauguraciones y promociones funciona, pero que en esta ocasión, bien podrían haberlas cancelado. No era necesaria quizá una explicación, porque hubiera sido prematura e imprudente, pero la cuenta parecía clausurada a cal y canto. Apenas alguna referencia que salía a cuentagotas. En fin, mucho que aprender sobre la gestión de crisis y su comunicación. Claro que para eso están sus presidentes que pasadas apenas 48-72 horas con las investigaciones recién iniciadas (alguna incluso por los organismos que presiden), las cajas negras sin haberse analizado, con las investigaciones apenas lanzadas y con el juez comenzando diligencias, cargaban contra el maquinista, saltándose a la torera ese principio de prudencia que los cargos que ostentan deberían tener grabado a fuego. Insisto, unas declaraciones fuera de lugar vertidas a los cuatro vientos (portadas de periódicos de tirada nacional y su espacio en los telediarios como si de un publirreportaje se tratara). Y es que el penoso circo ya comenzaba, aunque nunca me podía imaginar que de mano de estos organismos.
Pero no quiero ensuciar la memoria de los muertos ni el dolor de sus allegados. Hágase justicia y aclárense las causas para evitar, en la medida de lo posible, que una tragedia similar pueda ocurrir de nuevo.
Este accidente y la noticia asociada, me ha hecho reflexionar una vez más sobre la velocidad a la que vivimos, de la que la fugacidad y caducidad de las noticias es su clara manifestación. Semanas antes del accidente del tren, se había producido uno de autobús. ¿Se supo algo de más pasadas un par de semanas? Nada. No es más que un ejemplo. Vivimos acelerados, como consumistas de datos que difícilmente somos capaces de digerir, ni siquiera con ayuda de bicarbonato. Y este período de ausencia casi total de las redes sociales, me ha permitido recuperar durante un mes la velocidad propiamente humana.
Y es que algo falla. Con tanta velocidad, nos quedamos a menudo en la superficie, con cuatro datos generamos una idea, a menudo lisiada y precaria, pero que nos creemos como dogma de fe. Se está perdiendo, estamos perdiendo, el sosiego y hacer artesano. Claro, luego nos admiramos, con razón, cuando estamos ante un trabajo fruto de la dedicación, el tiempo y la pausa necesaria. Ya sea un pan, un queso, un proyecto, una escultura, una pintura...
He vuelto filosófico y es que este período de "inactividad" me ha sentado muy bien (algunos pensaréis a estas alturas, que todo lo contrario :)
De momento, aquí estoy de vuelta con la actividad ordinaria, que no por ello disfruto menos. Amenazo con varias entradas que espero sean de vuestro interés. Ya decía antes de irme, que seguiría observando y mirando a mí alrededor, y así lo he hecho. Comunicación, innovación y estrategia serán los primeros temas. Y en algún momento, colaré la entrada recordatorio-homenaje-guía del viaje montañero veraniego. Se sale de la temática del blog pero bien lo merecen las aventuras del matemático, el ajedrecista, el arqueólogo y el ingeniero... ¡menuda mezcla!
Y pasaros por la sección "Libros" si queréis ver los comentarios sobre las lecturas terminadas este verano: "El manual del estratega" y "Doing Both".
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