10 julio 2013

Dirty Dancing...¡ese complejo vacacional necesita un cambio!

Continuando ya con la costumbre que se está convirtiendo en un clásico en el blog, toca aprender lecciones de gestión empresarial a través de películas, series, programas de televisión o del día a día. Hoy, la lección vendrá de la mano de la película "Dirty Dancing", un clásico ya de los años 80, que muchos negamos haber visto, pero que en realidad, todos hemos disfrutado en al menos una ocasión. ¡Será por la cantidad de veces que la reponen en televisión! Solo al alcance de otros "clásicos costumbristas" como "Pretty Woman", "Ghost" o los "Goonies".

Aunque no me puedo imaginar, como digo, que no conozcas la película, es obligada y necesaria una breve contextualización. 

La película se desarrolla en la década de los 60, en Estados Unidos, donde los complejos vacacionales que hoy vemos con cierto horror, estaban en su apogeo (o no tanto) entre las clases pudientes americanas. Allí, Johnny Castle (Patrick Swayze) bailarín que a duras penas sale adelante con lo que gana y Baby Houseman (Jennifer Grey), la niña rica, ingenua y de corazón noble se conocen. El uno como empleado del complejo vacacional "Mountain Lake" y ella disfrutando de unas vacaciones familiares, divertidísimas para la época. Juegos de cartas, foxtrot, mambo, actividades en el lago que todo complejo como ese debe tener e incluso embarcadero, veladas de bingo... ¡un fiestón para la época!

Una época en la que Europa comenzaba a despertar con fuerza tras superar ya el trauma de la II Guerra Mundial y un momento en el que el turismo de masas y nueva oferta toma fuerza en Europa, siendo, parece ser, una alternativa económica y atractiva para una sociedad americana adinerada (esto desgraciadamente, no lo he podido confirmar...). Pero es una hipótesis necesaria y a la que me acojo porque lo aseguraba Max Kellerman (Jack Weston) el dueño del hotel en una dramática confesión a Tito (Charles Coles), músico de la orquesta.

En esta conversación, previa a la archiconocida escena del baile final entre Johny y Baby, Max le dice a Tito algo así como:
"Tú y yo, Tito. Hemos visto de todo, ¿verdad? Buba y Zeda sirviendo la primera leche pasteurizada a nuestros huéspedes; los años de la guerra cuando no había carne; la Depresión cuando no había de nada"
A lo que Tito responde: "Muchos cambios, Max". 
Para continuar Max con su reflexión: "No son tanto los cambios esta vez; parece que todo estuviera llegando a su fin; ¿te imaginas a los niños queriendo venir con sus padres para dar clases de foxtrot? ¡Viajes por Europa, eso es lo que quieren! 23 países en tres días! Siento como que todo se está escapando".

Sí, Max muy meláncolico durante la abominable actuación de relleno de cierre. Pero el tío, inmutable. Un buen análisis, capaz de ver los problemas, de detectar cambios entre sus clientes, pero ahí estaba inmóvil, lloriqueando.

Esa es la sensación que tengo cuando veo a algunas empresas. En el mejor de los casos saben que algo está cambiando, cuando no se niegan a verlo o incluso, echarle la culpa solo a la crisis. 

Frases del tipo, "las cosas no son fáciles", " es que tú no sabes como está esto", "hemos hecho todo lo posible", etc. Y quizá no les falte razón, un poco. Pero yo digo, que otras empresas en el mismo contexto de crisis y el mismo sector, les va bien o incluso muy bien. Quizá lo que ocurre es que la actitud de Max es la más sencilla de adoptar, y es reflejo de unos directivos que no miran hacia adelante, que navegan con esa actitud de no hacer nada, total para qué. Una actitud muy peligrosa que se traduce en inacción. A la espera de que alguien venga a salvarle. El echar balones fuera es un deporte que practicamos demasiado a menudo, y me incluyo. Todos sabemos que dirigir empresas no es sencillo, pero hay que tomar decisiones y la parálisis no es una. 


Max veía el fin de su negocio. Renovarse o morir. Afortunadamente para Max, ahí estaba el transgresor Johny con ideas frescas y mucho valor, golpe en la mesa. Sí, porque Johny lo había intentando antes por la vía convencional, comentando sus ideas a su superior, pero éste no veía más allá de sus narices, típica miopía y rechazo a lo nuevo, a la innovación que siempre requiere de asumir cierto riesgo. ¿Para qué cambiar algo que "hoy" funciona? 

No he visto la segunda parte de "Dirty Dancing" (esto sí que es verdad y además, segundas partes raramente son buenas, excepciones hay) pero aunque no sea como la voy a contar, me imagino a Max remozando su oferta en "Mountain Lake". Se acabó el foxtrot, para dar clases de ritmos latinos, apuntando a un segmento más joven ya que son los hijos los que ya no quieren ir, son su futura clientela. Menos leche pasteurizada y más mojitos, fuera las barcas a remo y dentro del lago otras actividades acuáticas. Me imagino a Max dando mayor libertad a sus empleados para asumir riesgos y sacar adelante iniciativas innovadoras. Algo que se predica mucho y que he visto en práctica en muy pocas ocasiones. ¡Dónde están esos intraemprendedores! ¡Y esos mandos intermedios a menudo olvidados! Ambas, figuras muy importantes en las empresas y que a menudo coinciden en una misma persona.

En definitiva, un "Mountain Lake" nuevo, adaptado a las nueva realidad y clientes y gestionado de una manera diferente capaz de competir con esa nueva oferta vacacional de viajes por Europa. ¿Lo habría conseguido?

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