08 mayo 2013

Los niños, esos pequeños virtuosos

Crecer tiene su parte positiva, no lo dudo, sobre todo porque la alternativa no es precisamente una opción válida. Pero al crecer nos vamos dejando por el camino habilidades y actitudes que de adultos nos vendrían francamente bien. De esto va la entrada de hoy, de todas aquellas maneras y modos que al hacernos mayores perdemos. Quizá, recuperando algunas de ellas e imitando a los niños nos iría mejor, más si cabe si estás en el mundo del marketing, la innovación o eres o quieres ser un emprendedor.

Son muchos los niños y niñas que en los últimos años se encuentran en mi círculo más cercano. Es lo que tiene estar en la treintena pasada. Que una vez han pasado las bodas y algún divorcio, aparecen los hijos e hijas de los amigos, hermanos , hermanas y demás personas con las que compartes la vida. Y lejos de enseñarles a estas criaturas adorables (y a veces no tanto), son ellas las que nos dan lecciones. En todo caso, hablo de personitas de no más de tres años. Pasada esa edad, ya los adultos nos hemos encargado de moldearlos un poco.

Trataré de apuntar aquellas "virtudes con fecha de caducidad" que a mí más me llaman la atención, pero te animo a que añadas las que creas oportunas, ahí abajo, en la sección de comentarios:
1. No se rinden nunca. Decía Marcos, un amigo mío, que nunca ha visto a nadie caerse tantas veces y otras tantas levantarse. Es quizá, esa virtud que se pierde con los años y que en la vida más se necesitan. No sé muy bien por qué, pero a medida que nos hacemos mentalmente mayores (ahí está el problema, creo yo), perdemos capacidad de resiliencia. Y los niños, de eso van sobrados.
2. Creatividad e innovación al poder. Nadie como un niño para darle los usos más insospechados a cualquier elemento que se encuentran a su alrededor. Un palo convertido en avión, o en amigo, o en baqueta improvisada... no ponen límites a su imaginación. Por no hablar de esas frases tan magníficas que ha puesto de moda Pablo Motos. Frases de auténticos pequeños genios, que en la infancia abundan y con los años, se quedan, lamentablemente, en nuestro "cara oculta". A todo le buscan utilidad. Los objetos más insólitos se convierten en sus juguetes favoritos. Innovan por naturaleza porque no se imponen límites.
3. Foco, foco, foco. Si es habitual escuchar que mantener el foco es fundamental en las propuestas de valor, en el marketing, en los negocios, de esto saben mucho los niños. Pocos ejemplos conozco en los que lo que un niño pretenda no lo acabe consiguiendo. No pierden el objetivo. Que quieren un helado, acabarán con un helado; que quieren un globo, acabarán con un globo. 
4. Pivotan con extrema facilidad. Sí, son expertos estrategas. Tienen cogido el punto a cada uno de sus "proveedores". Siguiendo con el ejemplo del helado o del globo, quizá por la vía del padre o la madre, fracasen, suelen ser duros. Pero conocen bien a sus proveedores y los canales relacionales e irán a la busca y captura de las abuelas, tías o madrinas y sus homólogos masculinos. Pero, seguro, que acabarán saboreando ese helado o perdiendo ese globo.
5. Experimentan incansablemente. Sí, de todas las maneras posibles. ¿Y si mezclo el agua con la arenas y le echo unos palitos que había por aquí y las llaves de casa que papá ha dejado tan cerca? Sí, quizá no siempre aciertan, pero de la experimentación aprenden y no les importa equivocarse, son fuertes ante el "fracaso". En general, somos los adultos quienes enseñamos a los niños que el error es malo. Y quizá lo sea si siempre es así, pero hay que equivocarse para aprender, aunque sea a veces duro y no nos guste. Los niños quizá no lo saben, pero lo practican. Y tal vez experimentan porque tienen una sana e insaciable curiosidad.
6. Se hacen notar. Y tanto. Sus mensajes son contundentes y utilizan todas las armas a su alcance con gran efectividad. Desde una sonrisa que desarmaría al mismísimo Rambo hasta los lloros y gritos más espeluznantes. Es su forma de comunicarse y conseguir la atención de los mayores.
7. Se mezclan. No distinguen colores, razas, sexo. Simplemente son niños. De manera innata hacen lo que de mayores nos forzamos a hacer, sobre todo en el mundo empresarial. Empresas homogéneas, en las que existe un pensamiento unificado de actuación. Nada nuevo bajo el sol. Y nos esforzamos para trabajar en ambientes diversos porque de ahí nace la innovación.
8. Blanco es blanco, negro es negro y gris es gris. Caca, es caca, Agua, es agua. Helado, es helado. Tonto, es tonto. No hay malos entendidos. Dicen lo que quieren y piensan, sin trampa. Quizá en ciertos momentos, un poco de dulzura no vendría mal, pero, al menos yo, acepto los inconvenientes frente a las ventajas que plantea.
9. Son emocionalmente hiperinteligentes. Es algo natural, intuitivo o que sé yo, pero nos ganan por goleada a los "adultos mentales". Son capaces de entender y actuar de manera automática ante los estímulos emocionales. Si hay una discusión, no es la primera vez que el niño o niña de turno lanza una risa que apacigua el ambiente. O cuando detectan a un familiar triste se acercan a él a darle ese beso o abrazo porque saben que eso les aliviará. Son unos expertos, y por ello también manipuladores. Claro está, todo tiene su cara negativa. Pero me quedo con la positiva.
Añadiría alguna más, como el entusiasmo que ponen en lo que hacen, sus ganas de divertirse; incluso para redondear al número mágico de las listas, el 10. Pero para qué, el nueve es un número tan bueno o malo como cualquier otro. 

No me digas que después de esta entrada no te ha dado un poco pena haber crecido mentalmente, de haber perdido esa inocencia infantil. A mí, la verdad un poco. La buena noticia es que con algo de trabajo y muchas ganas, dicen los que saben, que la creatividad se puede fomentar, que la innovación no es proceso espontáneo que nace de la mera idea feliz, que se puede entrenar y mejorar la inteligencia emocional  y que en definitiva, todo lo que un día tuvimos de manera natural, podemos recuperarlo, al menos parcialmente, de adultos. Sí, incluso podemos perder el miedo al fracaso, entendiéndolo conscientemente como una forma de aprendizaje. En nuestra mano está recuperar esa parte infantil de lo que todos, sin excepción, un día fuimos: niños y niñas.


¿Te animas a hacer crecer la lista?

2 comentarios:

  1. Hola Celso

    Creo que has recapitulado muy bien las habilidades más características de los niños. Efectivamente son el ejemplo perfecto de "lean start-up". Apuntan-disparan-corrigen-vuelven a disparar.

    Una de las mayores diferencias con el comportamiento de los adultos opino que es su escasa aversión al riesgo. En primer lugar porque no son muy conscientes de que exista. En segundo lugar, porque aquel que saben que existe, es relativamente pequeño ya que conocen la red de seguridad que les protege (sus padres).

    Enhorabuena por un magnífico post

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    Respuestas
    1. Hola marketingstorming:

      Tienes toda la razón. El miedo es uno de nuestros mayores frenos y en los niños, como bien indicas, a menudo escasea. Quizá inconsciencia pero hay mucho de sentirse protegidos, desde luego. ¿Y no será también que los adultos vemos muchos más miedos donde no los hay pero que son una gran excusa para no actuar? ;)

      Me alegra volver a verte por el blog. Muchas gracias por tu comentario.

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