Una mezcla a primera vista curiosa, pero que ha resultado de lo más interesante. Y es que cada día tengo más claro que cuanta más diversidad existe más enriquecedoras son las experiencias. Y en este caso, además, muy divertida.
Estos cuatro personajes, en principio amigos dos a dos, nos aventuramos a pasar parte de nuestras vacaciones en Islandia, haciendo trekking. Paisajes espectaculares, contrastes increíbles, conversaciones fascinantes, algo de sufrimiento, muchas risas pero sobre todo, una experiencia magnífica y ahora ya un recuerdo de los que apetece contar una y mil veces, del que esta entrada no será más que el diario abreviado de lo que fue este viaje y el agradecimiento a mis tres compañeros por esos diez días inolvidables: Julio, Roi y Pastor. Ya que estamos en septiembre y empiezan las colecciones, os lo contaré por entregas, así que paciencia y disculpas...repartidlo como mejor creáis ;-).
Día 1º y 2º. El encuentro y el traslado
Barcelona fue nuestro punto de encuentro, el aeropuerto del Prat para más señas. Santiago de Compostela, Pamplona y Madrid, las ciudades de origen. Desde allí, salía nuestro vuelo HCC294 de Iceland Express hacia Keflavik, población a unos 40 km al sur de Reykjavik donde se encuentra el aeropuerto de llegada. Iba a ser un duro primer día, ya que además del viaje a Barcelona, teníamos otras cuatro horas y media de vuelo a Islandia, lo que suponía la noche en el avión y posteriormente el primer viaje en autobús (una aventura en sí misma) hasta nuestro primer destino. Eran necesarias ocho horas, entre viaje y paradas obligadas hasta llegar al Parque Nacional de Skaftafell, al sureste de la isla.
Roi llevaba en Barcelona desde el día anterior, Pastor y Roi llegaron a primera hora de la tarde y yo, a la última. Así que, mientras mis futuros compañeros de viaje estaban en Barcelona disfrutando del día y de algún gintonic, yo esperaba en el aeropuerto. No merecía bajar a la ciudad y regresar en tan poco tiempo, tras recoger maletas y el cambio de terminal. Así que, estuve matando un par de horas hasta que llegaron los tres aventureros y sufriendo ese calor húmedo insoportable (¿quién diablos controla la UTA de esa instalación?).
Cenamos algo en el aeropuerto (nunca entenderé los precios exageradísimos de estos lugares) y sin grandes contratiempos y tras haber jugado al Tetris para encajar en las mochilas a facturar el material pesado y prohibido (ya sabéis los peligrosos geles, líquidos, cremas y los bastones y navajas imprescindibles para los montañeros), nos subimos al avión.
Nuestra primera sorpresa fue ver como aún siendo Iceland Express una compañía de bajo coste, el trato era agradable y tampoco tenían la odiosa jaula para medir las maletas (ya os digo que no tengo nada claro que nos hubieran dejado pasar alguna de las del equipaje de mano). Y no nos vendieron ningún "Rasca y Gana". Toda una sorpresa.
Y sin más, y tras cuatro horas y media de vuelo nocturno y aburrido (eso sí, con un quiz en las pantallas con un enloquecido bucle de preguntas y respuestas y de "Sabías que...?), llegamos al aeropuerto de Keflavik a las 3.00 am (más o menos), hora local (las 5.00 en España -exceptuando islas Canarias).
Desde el aeropuerto y tras recoger el equipaje, cogimos un autobús de Reykjavik Excursions, la compañía que se convertiría en nuestro transporte por la isla. Autobuses mejorables, pero con unos conductores de pericia única (ya veréis porqué) y con wifi abierto con una calidad más que notable. Los precios de transporte, sencillamente elevados. Un trayecto 40 km por carreteras normales, costó alrededor de unos 15 €. No es un país barato, pero desde luego si algo me pareció caro, fue el transporte. Este autobús nos llevó a la capital, donde debíamos enlazar con otro que nos llevaría a Skaftafell.
En la estación, refrigerio y primer contacto con los islandeses. Casi mejor no haberlo tenido, pero nos tocó en suerte un chico, que decía ser rico, tener una casita de 300 m2 y que nos invitaba a su próxima fiesta. Quizá era muy simpático y nosotros muy buena gente, pero me temo que el alcohol que él todavía tenía en vena después de su noche hizo mucho por esa desinteresada y amable invitación que se produjo delante de un tablero de ajedrez, en el que Roi y Julio, echaban unas partiditas mientras Pastor y yo nos perdíamos, literalmente, durante un rato por Reykjiavik camino del hotel Flöki en el que nos alojaríamos las últimas noches, para dejar una mochila con ropa limpia. Ya se sabe que en la montaña aunque se intenta, no se suele conseguir que tu ropa huela a flores y queríamos garantizar el acceso a los locales islandeses y mantener en buen lugar el nombre de España en aquella isla. Y ya que estábamos, nos hicimos con unas bombonas de camping gas compradas en una gasolinera (curiosidad: litro de gasóleo a 254 coronas islandesas, algo así como 1,65 €).
Así, todo transcurría sin contratiempos, algo que se agradece cuando empiezas un viaje y a las 8.00 salió el autobús camino de Skaftafell. No entendíamos por qué ocho horas de viaje para poco más de 300 km...pero nos quedó muy claro al poco tiempo. No eran las carreteras, que aunque no autovías, no estaban mal. Era que además de llevarte de A a B, el autobús hacía paradas en lugares turísticos y las gasolineras que se iba encontrando para recoger (o no) a más clientes. Pero lo cierto, es que algunas de las paradas bien merecieron la pena.
Recopilando paradas interesantes:
1ª. Seljalandfoss (cascada de Seljaland. "foss" significa cascada en islandés). Me pareció fascinante. Pero ya os adelanto que todo lo que me pareció así, fue superado después por algo mas increíble. La magia de Islandia.
Esta cascada está a sur del país, y aunque era ya finales de verano, el caudal era importante. En primavera con el deshielo tiene que ser todo un espectáculo. Las fotos, como suele ocurrir, no hacen justicia a la realidad.
3ª. Playa de Reynisfjara. Fascinante playa de arena volcánica, cercana a la población de Vik, en el sur, con acantilados basálticos, que nos regaló preciosas columnas hexagonales propias de la cristalización de material ígneo escupido por la Tierra (en la foto de la izquierda veréis a dos individuos poco recomendables casi camuflados subidos a las mismas...impresiona la dimensión). La playa nos recordó mucho a la mítica escena final de "El Planeta de los Simios"...pero San Google no nos quiso dar la razón. Y de hecho a día de hoy tampoco lo tenemos claro, pero los resultados de la búsqueda daban como playa de la escena, o bien una playa californiana o una en Almería. En cualquier caso, para nosotros la que aquí podéis ver, será la playa de la película, hasta que se demuestre lo contrario.
Y así, después de ocho horas, durante las que además de las cataratas anteriores, pudimos ver desde el autobús innumerables más y un aperitivo de los paisajes que nos esperaban. llegamos a Skaftafell. Era nuestro primer destino y campamento base por unos días. El tiempo estaba revuelto y todo parecía indicar que tendríamos una estancia pasada por agua. Era esperable, aunque la esperanza no la perdíamos.
Una vez en la zona de acampada y hacer los trámites habituales en todo camping (registrase, pagar, tomar una cervecita...lo típico), comenzamos a montar las tiendas. Quedó claro desde el principio, que Pastor y Julio eran los maestros montañeros. Ni opción hubo para debatir la distribución de tiendas: los novatos dormirían juntos. Debo decir, que Roi y yo éramos novatos, pero les dimos lecciones memorables a nuestros veteranos...aunque les cueste reconocerlo. Si no preguntadle a Roi.
Y ya con la casa levantada, era obligado un paseo por las proximidades del camping y reconocimiento de detalle antes de que se hiciera de noche. Era un camping con los servicios básicos, nada de lujos y mucho menos restaurantes, cantinas o supermercado. ¡Qué bien hecho llevar los víveres desde España! Algo de pan, galletas y poco más se podía encontrar, pero nada para alimentarse en condiciones. Solo esperábamos haber calculado bien...y no las teníamos todas con nosotros a la vista de lo comido el primer día sin haber caminado prácticamente nada.
De la exploración, la primera gran vista, la lengua de Skaftafelljökull, que procede del glaciar más grande de Islandia, el Vatnajökull. Pudimos ver, desde lo más cerca que se se permitía, el frente de una inmensa masa de hielo, blanca y negra. Blanca por su naturaleza y negra por las cenizas acumuladas. Se decía que, que se podían escuchar los crujidos del hielo. Yo, no lo conseguí. De todos modos, un primer contacto simplemente asombroso.
Y ya para acabar el largo día, casi 36 horas desde el inicio del viaje, nos apuntamos a un espectáculo de fuegos artificiales. No nos seducía demasiado la idea, pero ya que estábamos, nos decidimos a ir. Otra hora y media de autobús para recorrer 80 km. Pero os aseguro que los merecieron. Juzgar vosotros mismos: fuegos artificiales en un lago glaciar con icebergs (el Jökulsárlón), al sur del glaciar Vatnajökull.
Y ya para acabar el largo día, casi 36 horas desde el inicio del viaje, nos apuntamos a un espectáculo de fuegos artificiales. No nos seducía demasiado la idea, pero ya que estábamos, nos decidimos a ir. Otra hora y media de autobús para recorrer 80 km. Pero os aseguro que los merecieron. Juzgar vosotros mismos: fuegos artificiales en un lago glaciar con icebergs (el Jökulsárlón), al sur del glaciar Vatnajökull.
Y así acabó, tras los fuegos artificiales y el autobús de regreso, nuestro "primer" día de viaje. Un excelente aperitivo para lo que nos esperaba los próximos días. Pero eso, ya será parte de otras entradas. No conviene empacharse.
Nos vemos muy pronto.
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